Digestiones fáciles, bebés felices
Una de nuestras mayores preocupaciones como padres es la alimentación de nuestro bebé pero, en muchas ocasiones, una nutrición óptima conlleva un proceso de adaptación que no siempre es fácil y fluido.
Antes de nacer el bebé pasa unos meses muy cómodos dentro de su mamá…no existen los gases, ni el estreñimiento, ni el cólico del lactante. Los nutrientes le llegan como por arte de magia, sin ningún esfuerzo por su parte, hasta que un buen día nace y se encuentra con que –ahora sí- tiene que ingerir alimentos, digerirlos, absorber todos sus nutrientes, excretar los desechos metabólicos que no necesita… ¡Bienvenido al mundo!Afortunadamente para ellos, durante sus primeros meses de vida tienen reservado un menú óptimo basado en una receta insuperable: la leche materna. Un alimento vivo y único que responde a todas sus necesidades que la OMS, UNICEF y las sociedades científicas más relevantes recomiendan en exclusiva los seis primeros meses de vida, para posteriormente mantenerla –ya en combinación con otros alimentos- hasta cumplir los 2 años o incluso más.
Una alimentación adaptada a su grado de maduración
Nuestro sistema digestivo no actúa únicamente como órgano de absorción y secreción, sino que también se encarga de la regulación hormonal y ejerce como barrera defensiva anti-infecciones. Para convertirse en la máquina perfecta que es sigue un lento proceso de maduración; de hecho, se estima que adquiere su óptima funcionalidad en torno a los 5 años de edad.
Así, la alimentación de los más pequeños se estructura en torno al grado de desarrollo de su sistema digestivo. Primero, durante el período en el que el bebé es más frágil y vulnerable, sólo mediante leche materna; para después -cuando ya produce más saliva y enzimas digestivas- empezar con la alimentación complementaria (frutas, verduras, cereales, carne, pescado…) de una forma muy progresiva y cuidadosa, adaptándonos a sus necesidades nutritivas.
Beta palmitato y GOS, claves para el bienestar digestivo de los bebés
En la leche materna existen ciertos nutrientes que favorecen el desarrollo digestivo de los más pequeños, dentro de los cuales podemos destacar la grasa láctea (rica en β palmitato) y los galactooligosacáridos (GOS).
El beta palmitato supone hasta el 70% del ácido palmítico presente en la leche materna (el palmítico es el segundo ácido graso en importancia en la misma, sólo por detrás del oleico). A diferencia de otras fuentes, como el aceite de palma, que lo tienen en posición alfa (sn-1) y/o gamma (sn-3), gracias a la grasa láctea disponemos de un alto porcentaje de este ácido graso en la posición beta (sn-2), la mejor para aportarle los máximos beneficios al bebé:
- Favorecer el tránsito digestivo y el crecimiento de la flora intestinal beneficiosa: los bebés presentan una frecuencia defecatoria más regular y sin molestias.
- Mejorar el aprovechamiento de las grasas y la absorción de minerales como el calcio, imprescindible para una buena salud ósea.
GOS: fibra desde bien pequeñitos
Los GalactoOligosacáridos (GOS) son fibras solubles presente en la leche materna que se producen mediante la conversión enzimática de la lactosa, un azúcar naturalmente presente en la leche materna. Son prebióticos: sustancias no digeribles que se encuentran en los alimentos, que estimulan el crecimiento y la actividad de la microbiota intestinal.
Los GOS cumplen numerosas funciones beneficiosas para el organismo:
- Sirven de alimento y, por tanto, estimulan el crecimiento de bacterias beneficiosas para el organismo como lactobacillus y bifidus.
- Aumentan la absorción del calcio y el magnesio
- Mejoran el estreñimiento y la diarrea.
- Aumentan las defensas naturales del organismo.
Podemos encontrar ambos nutrientes (grasa láctea con beta palmitato y GOS) en determinadas fórmulas infantiles, de modo que -en caso de no poder llevar a cabo la lactancia materna- el bebé podría seguir recibiéndolos y disfrutando de ese bienestar digestivo.