fomentando buenos hábitos

Fomentando buenos hábitos alimentarios

Los primeros años de vida el momento ideal para sentar las bases de la educación alimentaria, con el fin de conseguir unos buenos hábitos alimenticios que se conviertan en una costumbre para toda la vida. Sin embargo, es frecuente que a esta edad se produzcan situaciones que, en vez de hacer la dieta más regular, la conviertan en caótica y desordenada. Hasta los 6 meses de edad, tal y como indica la OMS, la recomendación es que los bebés se alimenten exclusivamente de leche materna, manteniéndola todo el tiempo que madre y peque deseen y siempre siguiendo las recomendaciones del profesional de la salud.

Es a los 6 meses normalmente, ya que cada niño tiene su ritmo de desarrollo, cuando el organismo tiene la maduración necesaria a nivel neurológico, renal, gastrointestinal e inmune. Y es importante estar atentos a los signos que nos muestren que se ha alcanzado esa maduración:  

  • El bebé tiene interés por la comida 

  • Es capaz de coger comida con la mano y llevársela la boca 

  • No presenta reflejo de extrusión (echar fuera de la boca con la lengua las cosas que entran) 

  • Es capaz de mantenerse sentado con ayuda (encima de la madre o del padre, en una trona…) 

Es entonces en ese período, cuando se empieza y se establece la alimentación complementaria, cuya función es esa, la de complementar el principal alimento del bebé, que continúa siendo la leche. 

No es recomendable tampoco esperar mucho más allá de los 6 o 7 meses, ya que eso también puede aumentar el riesgo de problemas nutricionales, como el déficit de hierro y zinc, el aumento del riesgo de alergias o intolerancias alimentarias y hay una mayor posibilidad de alteración de las habilidades motoras orales.

Este periodo es una “ventana crítica de oportunidad” con importantes implicaciones para la salud tanto durante la infancia como en la etapa adulta, principalmente debido a que durante la alimentación complementaria se establecen las preferencias alimentarias y los buenos hábitos alimenticios para niños. 

Si les exponemos a los diferentes sabores de frutas y verduras es muy posible que su consumo sea mayor luego a lo largo de la vida y que no los rechacen en el futuro. 

Es en este período entonces en el que iremos creando las rutinas que les acompañarán durante mucho tiempo.

5 comidas al día 

Aunque sigamos ofreciendo el pecho a demanda, o la leche de fórmula en caso de no ser amamantado, podemos ir empezando a establecer los horarios de las diferentes comidas.  

El desayuno, una comida a media mañana, la hora de comer, la merienda y la cena son momentos perfectos para ir introduciendo los alimentos poco a poco y de forma progresiva. Pero hay que tener en cuenta que será el bebé quien decidirá tanto la cantidad como si tiene hambre, y que nunca hay que presionarles para que coman.  

Tener un horario aproximado de comidas, aunque nos demos flexibilidad, nos ayudará también a que el bebé pueda anticiparse y autorregularse mejor.  

En el desayuno podemos ofrecer, junto con la leche, cereales integrales, galletas ecológicas, frutas (en pequeños trozos que manejar con las manos, trituradas, chafadas o cocinadas) o lácteos a partir del año. Los cereales infantiles enriquecidos con hierro son una buena opción para asegurar el correcto aporte de este micronutriente. 

A media mañana se puede ofrecer fruta o snacks naturales.  

La hora de comer puede contener alimentos ricos en proteínas como carnes, pescado, huevos o legumbres que se pueden ofrecer de forma variada y equilibrada a lo largo de toda la semana en forma de puré, cocinados y desmigados o en pequeños trozos. Siempre acompañados de verduras. 

Para merendar podemos preparar galletas, tortitas caseras o cereales con harinas integrales y frutas y verduras, evitando los azúcares y edulcorantes artificiales, pero podemos usar dátiles o pasas para endulzar. 

Las cenas se recomiendan ligeras y tranquilas, con cereales, proteínas y frutas y verduras.  

Los alimentos a ofrecer serán siempre sanos, nutritivos y seguros, y deberán aportar la suficiente energía, proteína y micronutrientes, de manera que junto a la lactancia cubran todas las necesidades nutricionales en esta etapa, pero recuerda que siempre será el bebé quien decida la cantidad que comer.  

Establece rutinas 

Un desayuno en familia para empezar el día, una comida compartiendo la mesa familiar para establecer horarios y que el bebé aprenda por imitación junto al resto de la familia o una cena relajada sin televisión ni distracciones, para empezar a preparar la rutina de dormir; nos van a ayudar a que el bebé vaya entendiendo los momentos del día y se pueda ir anticipando a lo que ocurrirá a continuación, cosa que le va a aportar tranquilidad, seguridad y le hará incluso estar más receptivo a probar nuevos alimentos o texturas.  

Las comidas tienen que ser un momento positivo. Hay que ser paciente, evitar frustraciones o reacciones antes situaciones en la que el bebé no quiere comer, saber que un rechazo a una comida en un momento concreto no quiere decir que no la vaya a comer nunca y podemos volver a ofrecerla en otro momento.  

Disfrutar de la comida en familia, reforzando los logros, pero sin usar alimentos como premios o castigos ni como consuelo ni chantaje, nos ayudará a que adquiera una relación correcta con la comida. 

Involucra al niño en su alimentación 

A medida que nuestros peques van creciendo podemos ir haciéndoles partícipes de las decisiones relativas a su alimentación

Ir juntos al mercado, tener un pequeño huerto urbano o involucrarle en la preparación de las comidas para que estén más receptivos a la hora de aceptar nuevos alimentos.  

Hay muchas propuestas de recetas que no necesitan fuego, o nos pueden acompañar en la cocina y ayudar manipulando masas, limpiando frutas o verduras o distribuyendo la comida en un plato de forma creativa.